viernes, 22 de abril de 2016

La cuestión es la pretendida objetividad,

La cuestión es la pretendida objetividad.  Usar un cierto lenguaje que esquive la interpretación y el juicio critico sobre un asunto tratado.  Mera descripción.  El "qué", "el porque", "el cómo y el cuándo" (o algo así).  Suponiendo que se pudiera ser realmente objetivo, lo cual es una discusión de larga data, este tipo de lenguaje sería un objeto tan veraz como lo es una fotografía.  Una fotografía es una prueba incontrarestable de que un hecho sucedió, sin embargo el contenido y el valor de esta no se encuentra solo en lo que muestra sino también en lo que no muestra, porque se enfoca en un punto especifico y no en otro que pudiera ser tan real y relevante para hacer un juicio y para el hecho investigado como el punto en el que en ese momento  se decidió situarse.
Lo que intento decir y hacer es romper en mi vida diaria con este paradigma de interpretación, cuestionar los medios masivos de comunicación, escuchar, leer escudriñar los diferentes puntos de vistas de una realidad que me interese. Explicitar en lo que diga y escriba cuales son las principales ideas sobre el temas al que me refiero y una vez hacho este ejercicio exponer con claridad cual es mi punto de vista, eso se llama honestidad intelectual, ir de frente, explicitar con fundamentos el propio punto de vista critico.    

viernes, 1 de abril de 2016

Saúl Bueno


Saúl es un hombre de 27 años, de alrededor de un metro ochenta de estatura. Delgado, actualmente luce una negra barba que contrasta con su pálida piel, sus ojos azules siempre tienen expresión triste, lo cual se suma al hecho de que hace mucho nadie lo ve reírse a carcajadas, raras veces sonríe, casi siempre por cortesía y cuando algo le parece muy gracioso.
Es percibido como alguien introvertido, tímido, silencioso, de movimientos lentos; una persona en extremo pasiva, en resumen. Pocos saben que a pesar de esta apariencia, Saúl es una persona con muchas habilidades, un ladrón muy curtido, rápido y silencioso a la hora de extraer una billetera de un pantalón, muy ágil para correr, saltar rejas y panderetas cuando es necesario, y cuando no hay otra alternativa ha demostrado que a falta de fuerza bruta --medida en peso-- sus puños tienen una velocidad solo comparable con un púgil profesional.
Hasta los doce años de edad era un chico alegre, estudioso e hincha de la Unión Española como su papá. Pero tras la separación de sus padres Saúl tuvo que ir a vivir con sus abuelos, cambiarse a un colegio municipal de bastante mala fama. Fue el día que llegó al colegio, cuando los matones del curso trataron de darle la “bienvenida”, que conoció a Hans Escudero. Lo defendió rompiéndole la nariz a uno. Desde ese día se convirtieron en amigos inseparables.
Cuando cumplió quince años fue expulsado del liceo por trafico de marihuana, constaba en acta, fue reincorporado. Dos años más tarde, unos matones treinteañeros lo fueron a buscar armados al liceo por una supuesta deuda. Aquel día Saúl saltó la pandereta y no volvió a entrar a una sala de clases.
A esa edad Saúl no solo era hincha de Colo-Colo, sino que además cercano a la cúpula de la Garra Blanca, con cuyos miembros mantenía negocios. Tras un partido fue que conoció a Karina, la polola de Escudero. Ella y Saúl congeniaron al instante, por lo cual el dúo de amigos se convirtió en un trio, esto duró un par de año más o menos hasta que Karina se embarazó.
Diálogo
Saúl había llegado recién a Santiago y esperaba en un bar cercano a Estación Central, con una cerveza y una salchipapa aderezada con mucho ketchup. Mientras miraba en la tele una noticia sobre la captura en la frontera de unos narcos peruanos. Entró al local un hombre vestido con el buzo de entrenamiento completo de la U de Chile, en una mano llevaba un celular de última generación y un collar probablemente de oro. Iba mesa tras mesa ofreciendo los artículos, cuando tocaba ofrecer en la mesa de Saúl, el lanza lo ignoró.
Saúl lo llamó: ¡Chuncho...! ¡Ven acá!
Le preguntó los precios y respondió que cuarenta mil pesos cada uno. Saúl le dijo que quería ver el collar, que quería tocarlo, el hincha de la U, respondió: “pasando y pasando”, mirándolo con desconfianza, tras un silencio incómodo accedió a entregárselo. Saúl desenfundó de su bolsillo los cuarenta y los puso sobre la mesa el vendedor tomó el dinero y sin decir más se fue.
Miró el collar y pensó que seguramente sería del gusto de Karina. Mientras pensaba esto le gritaron al oído: “¡Qué pasa, Saúl!”, de un salto de sorpresa exclamó, “¡hijo de puta, maricon no me vuelvas a asustar!”, tomando a quien le había gritado en el oído por el cuello. Era Escudero, que tomándole por el brazo que apretaba su cuello desenfundó rápidamente una cortapluma y se la acercó al pecho de manera que nadie en el local pudiera verla.
--¿Andaí muy altera’o, maricón?-- Dijo Escudero.
Saúl lo soltó y Escudero guardó la navaja.
--¡No seaí hue’on, no podí reaccionar así! ¡Es una broma!
-- Ya, está bien.-- Dijo Saúl, para terminar de una vez con el tema mientras pensaba, qué distinto sería si la broma la hubiese hecho él.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Vover a escribir

Son tiempos oscuro para esta región vacía y distante de la riqueza, de la belleza y de la lucidez. El escritor camina al amparo de sombras titilantes, incansables, insomnes... Inseguro, cabila, se estremece, se retuerce, intenta llorar, intenta sentir una chispa que encienda quizás una pequeña llama, un ligero contacto, una efímera visión, una leve sensación de lo verdadero o de lo original, de lo que que se esconde tras los velos de las muecas, de las posturas, de todo lo que se hace por compromiso con acuerdo a putrefactas instituciones. Como en busca de un tesoro escondido hace décadas, escarba en un jardín de su infancia y lo único que haya son objetos sin significado, sin relación alguna unos con otros, nada tiene sentido, todo parece ser parte de un sueño absurdo que se ha extendido por incontables noches, demasiadas noches, un sueño del que siente no podrá volver. Al fin bebe un trago de wisky para refrescar sus inconducentes esfuerzos por tener pensamientos lucidos e intenta leer un poco más una vieja novela antes de que la noche y sus sombras guardianas se lleven la última reserva de su capacidad de atención y placer que haya en este frío y oscuro camino.
Palabras, son solo palabras las que lo atormentan las que no pueden salir. Palabras tan solo palabras, pero que arden, que le queman el vientre, la garganta, las manos. Quieren salir, ser libres, ser hermosas, resplandecer, consumirse en la vida, en el mundo, en el eterno retorno, pero se lo impide toda la estructura verbal, gramatical, toda la historia del arte literario. Las incontables y maravillosas formas en que las palabras nacen, se relacionan, se aman y muren son un laberinto para el escritor que desfallece que ya no tiene fuerzas para nadar.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Marco Teórico.


La ciudad sociológicamente se podría definir como un producto social resultante de intereses y valores sociales en pugna, que se construye a lo largo de la historia, y el espacio urbano articulado como escenario de esa historia.  La transposición o articulación del orden social con el espacial y la conformación del espacio urbano. 

Es relevante para una investigación sociológica del desarrollo urbano, comprender el concepto de urbanismo , pues en él se albergan modelos teóricos que dan cuenta de causas y variables del desarrollo urbano.
Estos modelos, escuelas y tendencias se encuentran ligados y relacionados a corrientes científicas, políticas, e ideológicas que son propiamente objetos de la sociología, como aquí se entiende.
Veremos que tras el urbanismo se hayan implícitas relaciones sociales, políticas, en tanto que poder, que conviven y se enfrentan, transformando la propia disciplina o campo de estudio.
La disciplina que estudia el fenómeno urbano nace en el siglo XIX con mucha posterioridad al fenómeno en sí, incluso a la expresión más moderna de este, la ciudad industrial (fenómeno que data desde las llamadas revoluciones burguesas)
Previamente sí se podría hablar de corrientes que ayudaron a formarlo. Diversidad de autores provenientes del mundo de la filosofía y la política, promovieron ideas referentes a las condiciones y posibilidades de la ciudad moderna. Muchos de estos  con análisis y proyectos muy elaborados y detallados, tales como los llamados  socialistas utópicos, o los mismos Engels y Marx y su socialismo científico dieron muchas pistas en relación al concepto del fenomeno urbano.
La planificación, los criterios de transformación y desarrollo estuvieron a cargo ya sea de las fuerzas de mercado, sociales y de corrientes políticas y filosóficas, que mostraron preocupación por este tema, a las que se las denomina preurbanistas. Dentro de esta categoría encontramos a autores tales como Robert Owen, Charles Fourier, Victor Considerant, Étiene Cabet, Pierre-Joseph Proudon, entre otros. Estos autores fueron la semilla de la disciplina ya más especializada, que surgió en el siglo XX.
Las ciudades se desarrollaron por largo tiempo sin una disciplina que estudiara específicamente sus problemáticas.  De hecho el concepto “urbanismo” nació con Ildefonso Cerda. En el año 1867, publicó su Teoría General de la urbanización. Explicó en esa palabra una materia nueva, un fenómeno reciente. Es así como la palabra urbanismo no figuró en ningún diccionario occidental, antes del siglo veinte.
Pero el urbanismo en sí, como disciplina específica, aparecida tras la revolución idustrial, toma cuerpo bajo la presión que significaba la situación objetiva de la reconstrucción de ciudades destruidas tras la primera guerra mundial.
El fin de la primera guerra mundial y la necesidad de reconstruir ciudades afectadas por ésta, fue lo que impulsó la especificación y especialización de criterios de la orientación de reordenamiento territorial. Se pasó de criterios ideológicos a criterios técnico-científicos, o dicho de otra manera: un criterio unificado, coherente en sus métodos y objetivos. Estos criterios predominaron tanto en la Europa capitalista como en la socialista, incluyendo a la Unión Soviética.
El interés de los urbanistas del siglo XX se trasladó de las estructuras económicas y sociales hacia estructuras técnicas y estéticas. El urbanismo pasó del patrimonio de los historiadores, economistas o políticos al de los técnicos especialistas, generalmente arquitectos.  Sustentados en la tecnología moderna y el uso de materiales resistentes como el hormigón y el acero, además de una tendencia arquitectónica que interactúa en todo momento con el urbanismo, nutriéndolo y nutriéndose de él. Una arquitectura que exaltaba la geometría y la línea recta.
No se trata solamente de un producto de alguna revolución material objetiva a las posibilidades urbanísticas, sino que del intento de la apropiación del concepto de modernidad en toda su dimensión, tanto en las eficacias que permiten los métodos de estandarización y mecanización, como el de los conceptos estéticos extraídos de las artes de vanguardia de la época (cubismo y movimientos relacionados).
Sociologíacamente hablando el urbanismo progresista está relacionado al funicinalimo teorico de orden parsoniano, bajo la primisa del biologica de que “la función crea al organo”.  Esto significa analizar cualqueir objeto de estudio sin otro orizonte que la función en este caso oritada a la evolución, el progreso, el desarrollo y estos por la via de optimizar la producción de bienes de consumo; dejando de lado el estudio de la naturaleza interna, de los conflictos, de la politizidad en el caso de los objetos sociales, como el que acá se intenta analizar.
Hay en esto la pretensión de reducir los objetos de cualquier naturaleza a la racionalidad del hombre que es la unidad básica del progresismo. Stanislas Gustavovitch Strumilin lo expresa de la siguiente manera: "Nuestra tarea no consiste en estudiar la economía, sino en transformarla. No estamos atados a ninguna ley (...) La cuestión de los ritmos está sujeta a la decisión humana.". De esta misma manera la ciudad debe ser entendida como un producto de la razón, un proyecto con el objetivo de alcanzar, por medio del control de cada proceso, la maximización y perfeccionamiento de cada hombre.
Según la tesis desarrollada por Françoise Choay (1965) (El Urbanismo: Utopías y Realidades, 1970),  para explicar los principales conceptos del urbanismo, en la antítesis del urbanismo progresista se haya el culturalismo, cuya columna vertebral es la puesta en cuestión, concepto por concepto de lo que se entiende por ciudad.  Este tiene como punto de partida, ya no el individuo sino que el grupo humano de la ciudad.  Sus planteamientos son además una nostalgia por la belleza preindustrial perdida.
El urbanismo culturalista propone que cada proyecto antes de estudiar y de pensar en las posibilidades y problemáticas del individuo o la persona se haga sobre los de las relaciones sociales y la comunidad.  Desde este punto de vista podríamos rastrear una fuerte influencia de la filosofía hegeliana o la fenomenología, ya que se apuntaba a comprender lo cualitativo en tanto que métodos y objetivos. El espíritu y la totalidad estética de aquello que llamamos ciudad.
Otros autores que pudieron influenciar esta concepción fueron Victor Hugo o Mellarme[1], (Choay, 1970, pág. 27) ya que sus escritos están cruzados fuertemente por algo similar a la nostalgia de un mundo en que predominan los conceptos estéticos, artísticos; los ethos, la dignidad etc. Conceptos luego desarticulados por la fragmentación y el cálculo moderno.
Los primeros promotores del urbanismo culturalista fueron ensayistas del siglo XIX que provenían de diferentes áreas y con diferentes motivaciones, ya sea Augusto Welby Northermore Pugin (1812- 1852), un arquitecto inglés, no solo nostálgico de las formas sino de los valores premodernos, relacionados con la religiosidad cristiana.
John Ruskin (1818- 1896) proveniente de la filosofía y la critica artística.
William Morris disípulo de Ruskin, pero con una vocación más política, ligada al socialismo y el concepto de "comunidad".
El urbanismo culturalista, propiamente, surge a principios del siglo XX, antes que el urbanismo progresista, como escuela. Con autores como Camilo Sitte (1843-1903), Evenezer Howard (1850-1928) y Ray Menurwin(1869-1959). Su fuerza sigue siendo la crítica al progresismo y la modernidad que fundamenta la ciudad industrial. Su gran propuesta es la "ciudad jardín", cuyas principales características serían el predominio de lo estético cultural por sobre lo productivo. El enriquecimiento humano (ético) de la comunidad por sobre el material.
A propósito de esto, la teoría de la ciudad de Max Weber (1864- 1920)  nos,  dice Françoise Choay, lleva así a una conclusión bastante interesante.  “La ciudad moderna está a punto de perder su estructura externa y formal.  Desde un punto de vista interno, está en curso de degradación, mientras que la comunidad representada por la nación se desarrolla por todas partes a expensas.  La época de la ciudad parece que debe alcanzar su término.” (The City , 1962)[2]
Patric Geddes (1854- 1932) fue un biólogo escoses que estudió el urbanismo y el fenómeno urbano desde el puto de vista de la evolución y de la teoría biológica de la selección natural, criticó el urbanismo progresista por su falta de consideración por los factores humanos.
Para él la ciudad es una obra humana, pero, por lo mismo, no le pertenece a ningún proyecto filosófico, político determinado. La ciudad es una experiencia que el ser humano ha vivido desde mucho antes de la era moderna, de hecho es tan antigua como las primeras civilizaciones.
Por otro lado, más allá de la nostalgia y los impedimentos facticos, de diferente índole (social, económica, política) que encontrará una propuesta tan revolucionaria y ambiciosa como la Ciudad jardín, el culturalismo sacó a la superficie las limitaciones de la visión progresista de la ciudad.
La cultura y la ciudad son indisociables la una de la otra, la ciudad implica irreductiblemente estética, arte, creatividad, religiosidad, etc., es el espacio por definición del desarrollo de la conciencia humana.
Este autor muestra el espacio urbano como un objeto complejo por definición los objetivos de su análisis están más relacionados con la epistemología de la comprensión que con el conocimiento acabado.
El urbanismo por tanto, sin dejar de ser una disciplina independiente, un cuerpo teórico definido, deberá pedir prestado conceptos de las ciencias sociales. A su vez la propia ciudad se convierte en objeto de estudio sociológico.
La ciudad ha sido en todas sus fases históricas, un espacio de intercambio y de flujos de información de todo tipo, que son expresión de lo que llamamos cultura, algo cuyo contenido aparece como inaccesible desde un punto de vista técnico.
Desde este punto de vista es posible comprender a al antropologo Clifford Geertz (1926-2006) cuando dice que: "El concepto de cultura que propugno... es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones.” (2003, pág. 20).
 Y en este sentido decir que la ciudad o el espacio urbano está ligado a determinantes culturales significa que su naturaleza no está al servicio de un poder específico sino a cargo de diversos grupos y actores sociales que dialogan, se enfrentan y se contraponen tanto en el espacio de los discursos sociales como en el de las estrategias políticas de los diferentes interesados.
Una transformación del espacio urbano concreto no necesariamente responde a criterios formales de planificación urbana, como lo mostrarán Hardoy y Satterthwatite en su texto Ciudad Legal y Ciudad Ilegal (1987), en que se explica cómo las ciudades de Latinoamérica y todo el tercer mundo en general, experimentaron sus principales transformaciones por fuera de la planificación y las lógicas formales de desarrollo, a partir de tomas de terrenos por parte de grupos de ciudadanos sin techos que se daban en los márgenes de las grandes urbes.
El estudio del desarrollo y transformaciones de la ciudad debería comprender los procesos sociales que determinan el modo en que se configura finalmente el espacio urbano; esto es, no quedarse solo en las variables que competen al Estado y a las instituciones formales relacionadas y sus intenciones, sino que estudiar al detalle las causas de estas transformaciones efectivas y reales. Para esto son necesarios conceptos más específicos que los del progresismo y el culturalismo. Como dice Choay sobre la teoría de Geddes, "No hay una ciudad del porvenir, sino tantas ciudades como casos particulares." (pág. 78). No basta con entender los modelos y formas del cómo se desarrolla el espacio urbano, sino que es necesario pasar al contenido, a la contingencia de cada caso, además de comprender las dinámicas y dialécticas que lo determinan. Esta investigación en particular, trata de los cortes de recorrido y las discontinuidades que se producen en un espacio urbano determinado. Proceso en el que participan diversos actores y grupos sociales que lo hacen un objeto de estudio complejo, cultural y político. Un objeto en el que es importante también el periodo de tiempo que hemos escogido (1990-2011). El cual está relacionado con transformaciones importantes en el orden de los procesos económicos y la propia transformación de la estructura política llevada a cabo a principios de la década de 1990 en adelante.
Esta fue una década en que convivieron la democracia o la así llamada, "transición a la democracia", con un modelo económico imperante impuesto durante la dictadura militar, conocido como neoliberalismo , en la misma tónica de los paradigmas que cruzan todo el escenario científico, ideológico y cultural de la época, cuyos principales ejes son la globalización o mundialización (que hace de la cultura un factor determinante del devenir de la sociedad) y el paradigma cultural posmoderno. Estas transformaciones estructurales parecen estar a la base de una transformación del proceso de urbanización o desarrollo urbano. La transformación y expansión física de las ciudades ha sido campo de análisis de muchas corrientes teóricas generando conceptos tales como, “la metápolis” de Asher.
El sociologo urbanista Françoise Ascher (1946-2009) llamó a la nueva ciudad metapolis, como superación de lo que fue la ciudad previamente.
Este autor no ve en la fragmentación o flexibilización del desarrollo urbano algo negativo, sino una posibilidad. La sociedad, los actores sociales constituyen su propio espacio y a la vez esté los determina a ellos en su manera de interactuar en las diversas operaciones sociales que los individuos practican. La superación de la planificación y el desarrollo urbano centralizado y el sentido último en la funcionalidad de los espacios no significa necesariamente irracionalidad, caos o crisis, sino que es una la posibilidad de una profundización de la racionalidad.  O sea, la posibilidad de un desarrollo urbano producido a escala humana, por una “red” de actores racionales y participativos, no subsumidos por ningún aparato centralizado, resolutivo y totalitario.  Los problemas o crisis urbanas que pudieran suscitarse en una ciudad  particular tienen en este “nuevo urbanismo” como mejor solución el aumento de la racionalidad de los procesos mismos de la vida y no el simplemente dejar funcionar la mecanicidad institucional.
La ciudad que ha devenido en metapolis, es, entre otras cosas, aquella que ha confiado su desarrollo a fragmentos cada vez más localizados e independientes uno de otro; en principio a la autonomía de las municipalidades, pero también a grupos culturalmente constituidos, e incluso movimientos sociales. (Ascher, 2001)
Las transformaciones urbanas externas a la institucionalidad y la planificación centralizada, no devendrían necesariamente en caos y desorganización, sino en la profundización de las eficiencias racionales para solucionar problemas, por parte de agentes cada vez más cercanos y directamente afectados por estas contingencias urbanas.
Con respecto al panorama de los paises del tercer mundo y latinoamerica en epcifico, en lo referido a la transformación de las ciudades,  Hardoy y Satterthwaite igual que  Ascher, ya en esa época, platanaban que la profundización de la democracia y participación es el mejor escenario para el nuevo desarrollo urbano.  Sin embargo, estos autores apuntan a una cierta incapacidad de los gobiernos políticos del tercer mundo para dar soluciones a los grabes problemas  urbanos. La pobreza y los problemas allegados  a esta, continúan aumentando según los autores, la segregación y con ello la higiene, el hacinamiento, la mala salud, la formación de “villas miserias”, son problemas que los gobiernos y sus instituciones de planificación urbana no pueden solucionar.  Por tanto los problemas en vez de reducirse se agudizan en relación directamente proporcional con el desarrollo y complejizarían de la ciudad.
Dan cuenta en cierta medida  de este proceso de transformación del capitalismo, ya en 1987, en su texto "la Ciudad legal y la Ciudad Ilegal" (), fundamentalmente en grandes metrópolis del tercer mundo.  Este texto describe una realidad que comenzaba a gestarse en la década de los 80 y su principal crítica es hacia la concepción “errónea” de planificación y los gobiernos, en su mayoría autoritarios, como principales responsables de la crisis urbana.
Estos dos autores insinúan un carácter, primero, autoritario, y además, tecnócrata, antidemocrático y poco realista de la problemática urbana por parte de los estamentos de planificación.  Observaron el problema del desarrollo urbano desregulado, imperfecto e injusto, en términos sociales, pues en la época que  analizó, los países del tercer mundo, especialmente América Latina, se caracterizaban porque la mayoría de sus gobiernos eran más bien dictaduras incapaces de solucionar de manera eficientes las serias problemáticas sociales. Veían necesario que nuevos gobiernos, con vocación auténticamente democrática fueran los que impulsaran la profundización de la participación social en el desarrollo y transformación urbana.
Para Hardoy y Satterthwaite  uno de los principales problemas del urbanismo en Latinoamérica ha sido la desigualdad social traducida en segregación socioespacial, la cual mantiene a amplios grupos de escasos recursos, separados de beneficios sociales fundamentales para poder progresar económicamente, lo que a su vez disminuye más la posibilidad de acortar las brechas sociales.
Avisarán los autores que la solución a la crisis urbana, muy concreta y perceptible, es un nuevo criterio de gobierno y planificación en que los propios ciudadanos participen activamente en la solución de sus problemas, sacando y dejando de lado las plantillas y dogmas que predominaban en los tecnócratas a cargo de la planificación urbana.  Solo sería posible que gobiernos auténticamente democráticos pudieran dar  algún tipo de respuesta a la crisis urbana (Hardoy y Satterthwatite, 1987, pág. 99).
Sabatini y Brain los sociólogos urbanistas chilenos analizan este fenómeno en Santiago de Chile y concluyen que la segregación social no es un fenómeno de naturaleza objetiva ni "monocausal". Esto quiere decir que aunque hay determinantes económicas en la configuración del territorio urbano, no son las únicas y estas tampoco son de orden objetivo o estructural, pues están siempre ligadas a políticas concretas, determinadas en algún momento por el Estado o las instituciones relacionadas, como lo fue en su momento la liberación del mercado de suelo, en concomitancia con una serie de políticas privatizadoras, en desmedro de lo público, durante la dictadura militar.
Según estos autores la liberación del mercado de suelo ha hecho que, a pesar del desarrollo localizado de las comunas y la promesa de mayores autonomías ciudadanas, el desarrollo vuelva a quedar atrapado en el antiguo modo "centro-periferia". Esto quiere decir que los centros, económica y comercialmente establecidos en cada comuna o sector, determinan el precio del suelo, o sea mientras más cerca del centro, aumentan los precios del terreno, lo cual produce una expulsión hacia la periferia de los sectores menos acomodados de la sociedad, alejándolos aún más de los beneficios sociales. (Brain & Sabatini, Los precios del suelo en alza carcomen el subsidio habitacional, contribuyendo al deterioro en la calidad y localización de la vivienda social., 2006)
La crisis del modelo urbano en Chile en las tres últimas décadas, iniciada tras la reconversión primero de las estructuras productivas, que Érica Aura en su texto Ciudades región, reconoce como el desarrollo propio de la globalización neoliberal.  Érica Aura analiza este fenómeno como puesta en cuestión del modelo "metapolís" de Ascher o "ciudades redes" de Castells, pues no se cumplirían, en el fenómeno Latino Americano, las promesas de mayor democratización, ni mayor autonomía territorial por parte de los ciudadanos, sino que se reeditaría una versión más localizada del viejo modelo Centro-periferia, con toda su potencia segregadora. El espacio urbano seguirá organizándose con criterios principalmente economicistas. (CIUDADES REGIÓN: Hacia una lectura socioterritorial del capitalismo tardío.)
Ahora bien, para Sabatini y Brain, la segregación no es un problema sin solución. La configuración urbana no es un reflejo de estructuras económicas previamente dadas, sino que dependen en buena medida de determinaciones subjetivas; culturales y políticas.
La dimensión política apunta a las lógicas internas del marco de los urbanistas, planificadores o las propias autoridades, que entienden y clasifican la segregación como un problema natural, intrínseco al desarrollo urbano y a la orientación de desarrollo por chorreo.
Por ejemplo, Sabatini y Brain en su artículo “La segregación, los guetos y la integración social urbana: mitos y claves” (2008) explicarán el fenómeno de la segregación como un problema ideológico en cierta medida.  Critican y hacen en parte responsable a las concepciones mecanicistas y neutralizantes de la segregación.  Los autores  estiman que la simple desigualdad económica  es un diagnostico muy general e insuficiente, pues independiente de la desigualdad económica, que sí es un problema, es posible y necesario un esfuerzo de la sociedad y sus instituciones por controlar los procesos de segregación espacial.  Lo cual de por sí, dará píe a mayores oportunidades a las clases menos afortunadas en tener mayores beneficios sociales y urbanos, esto mejoraría en parte, las posibilidades de justicia e igualdad social.
Tras la segregación social se encuentra la idea y la lógica de que esta es un mal necesario, “que no es bueno mezclar” porque puede producir caos y descontrol social.  Esta es, para los autores, una lógica sin fundamento empírico, pues precisamente, la segregación propicia males tales como el desempleo, la delincuencia, el resentimiento, la violencia social, el tráfico y consumo de drogas.  O sea que, al contrario de la lógica establecida, la segregación es un productor activo de caos.
Para estos autores una planificación adecuada orientada a controlar la segregación socioespacial, podría aliviar males tales como los ya mencionados, esto al propiciar una mayor integración social a través de la configuración del espacio urbano.
Por otro lado es posible comprender la segregación en un sentido sociocultural, esto es, determinada por la propia subjetividad social.
El que grupos sociales que comparten ciertas características culturales, busquen agruparse en ciertos sectores y territorios es un fenómeno común en las urbes modernas. Barrios formados por etnias, religiones, modos de vida, oficios, etc. Los individuos en la medida de sus posibilidades tienden a buscar estar cerca de otros a los cuales consideran similares, se podría decir que se busca una identificación a un nivel cultural con el territorio en el cual se reside. Esta tendencia podría, en cierta medida erosionar el desarrollo social y la integración a un proyectos ciudad o país determinado. Pero el problema se agudiza cuando un proceso como la globalización de la cultura complejiza y reclasifica sectores de la sociedad.
De Mattos (autor urbanista uruguayo radicado en Chile) denomina a este proceso, polarización o dualización de la sociedad en el espacio urbano (Santiago de Chile, globalización y expansión metropolitana: lo que existía sigue existiendo, 1999). El fenómeno consiste en que las ciudades que se ven integradas a la globalización, paulatinamente van también experimentando una división cada vez más acentuada, tanto de la cultura como del espacio urbano. Ciertos grupos van integrándose y asimilando los flujos de información que trae consigo el proceso globalizador mientras otros van quedando a la deriva y marginados de los nuevos proyectos de esta nueva y de lo que en general, la ciudad, ahora, pretende ser.
La seguridad, nos dice Elena Ducci (Santiago: territorio Anhelos y temores. Efectos sociales y espaciales de la expansion urbana, 2000), es el eje principal de la publicidad inmobiliaria, y la cuál encuentra sustento en el miedo, el cual a su vez encuentra soporte tanto en experiencias reales de los individuos con la delincuencia y la violencia urbana, tanto como en la constante campaña política y el sensacionalismo de ciertos medios de información. Un cierto negocio del miedo, en el que en este caso logra capitalizar la industria inmobiliaria y otros sectores.
La situación específica de la Región Metropolitana de Santiago en los últimos años ha sido muy paradigmática de todos estos procesos de globalización, informacionalización, flexibilización de la economía, etc., además de experimentar un notorio proceso expansivo de su territorio urbano, vía la liberación del mercado de suelo al no considerarlo un recurso escaso.   Los grandes proyectos inmobiliarios han tendido a situarse, cada vez más, en los márgenes de la ciudad bajo la promesa publicitaria de seguridad y tranquilidad.
Ducci explica que:  
La forma en que se está desarrollando hoy la ciudad de Santiago muestra una tendencia hacia una extensión en superficie, ocupando cada vez más amplias áreas periféricas y una tendencia a la "megalopolización", proceso que tanto  diseñadores e "intelectuales" ven como negativa, sin embargo es evaluada positivamente por el público, llegando a ser norma. Al preguntar a los Santiaguinos  “la mayor parte de la población contesta que le gustaría (si le es posible) tener una casita con jardín en las afueras... ". Y los inversionistas inmobiliarios privilegian la huida de la ciudad, quizás para obtener la ilusión de salvar a la gente, y no aparece por el momento otra alternativa clara. (Santiago: territorio Anhelos y temores. Efectos sociales y espaciales de la expansion urbana, 2000)
 De hecho, las comunas de mayor construcción de nuevas viviendas y proyectos inmobiliarios han sido comunas de la periferia tales como Las Condes y Puente Alto (Hidalgo, 2004). Esta ultima comuna según el censo de 1992 y el de 2002 tuvo un incremento explosivo del 93,5% y según las proyecciones el incremento debería seguir de la misma forma para el censo de 2012 (Catastro).   El aumento de población ha tenido relación con ciertas políticas habitacionales aplicadas en dictadura, entrega de viviendas sociales a familias de escasos recursos, provenientes de diferentes sectores de Santiago y el negocio inmobiliarios, con proyectos de edificios, grandes villas y condominios cerrados, han constituido lo que se suele llamar una "comuna dormitorio". A pesar de que el equipamiento comercial de tiendas y servicios, un mall, la llegada de la línea del metro la han ido constituyendo en un centro de desarrollo cada vez más independiente, el carácter de la comuna sigue siendo residencial, según Rodrigo Hidalgo en Ciudad Vallada.
Uno de los ejes problemáticos de esta investigación es el fenómeno de la polarización en la comuna y en la villa que específicamente nos servirá de muestra. La desintegración y la desigualdad, o sea la dualización entre ciudad global y ciudad local marginada e insegura, son el principal obstáculo para que muchas ciudades se reubiquen en esta nueva etapa de desarrollo. “Un alto riesgo de la globalización es que se haga solo para una élite: Se vende solo una parte de la ciudad, se esconde y se abandona al resto”, señala Néstor García Canclini en su libro La Globalización Imaginaria. (1999) De esto infiere la pregunta ¿Es Puente Alto una comuna polarizada? En esta investigación se intentará una aproximación a esta pregunta a partir de las discontinuidades y rejas que cierran los pasajes en las villas de Puente Alto.
Para Carlos De Mattos (1999), la globalización, como nueva etapa del capitalismo, es parte determinante de la configuración de la ciudad actual, tanto a nivel de estructuras productivas y lo que los mercados de trabajo le exigen a la ciudad, como también por las nuevas tendencias residenciales que han venido apareciendo.
El capitalismo globalizado, terciarizado, informacional, como lo llama también De Mattos, ha transformado, en los países que se han hecho parte de este proceso, drasticamente el mercado de trabajo en relación al modo fordista más clásico, introduciendo a nuevos trabajadores técnicos y profesionales en arias de información y servicio, lo cual en primera instancia eleva los ingresos de una capa media emergente, transformando el nivel de vida y siendo factor determinante los cambios experimentados por muchas ciudades del mundo, en las últimas décadas.
Este grupo de asalariados cualificados que ingresa al mercado de trabajo, se convierte rápidamente en el cliente objetivo por excelencia de los numerosos proyectos e inversiones inmobiliarias que se generan producto de la liberalización del mercado de suelos.
Pero esta ecuación no funcionará por sí sola, para llevar a cabo una "revolución urbana", será necesario un proceso sociocultural que valla de la mano a las transformaciones económicas relacionadas al mercado de trabajo. Construir un imaginario colectivo relacionado con grupos y solidaridades culturalmente establecidos. 
La globalización produce transformaciones culturales que dividen la estructura social a la vez que genera nuevas solidaridades a partir de conocimientos, códigos, lenguaje, etc., pero estos a su vez deben ser impulsados y capitalizados, tanto por la publicidad como por los medios de comunicación asociados a esta. El objetivo es que los individuos se sientan identificados con cierto imaginario social y adopten una conducta en consecuencia a este y que finalmente adquieran los productos que les suponga llevar cierto modo de vida, en este caso propiedades inmobiliarias que poseen algunas características determinadas, precios, ubicación (pueden estar alejadas espacialmente de los centros donde normalmente se trabaja y se compra, pero poseer buenos accesos a estos), y principalmente seguridad.
Otro factor importante en las transformaciones que ha experimentado la ciudad, según diversos autores, ha sido la seguridad. Nestor Garcia Canclini, el antropólogo Argentino radicado en Méjico, nos dice: "en una temporada puede ser -como ocurrió hace unos años- que el tamaño de la ciudad, la oposición entre el centro y la periferia, el gigantismo amenazante sean los ejes. Actualmente, los imaginarios van más asociados a la seguridad o la inseguridad, o a la relación entre los nativos y los migrantes." (La Globalización Imaginada, 1999)
La seguridad, nos dice María Elena Ducci, es el eje principal de la publicidad inmobiliaria, y la cuál encuentra sustento en el miedo, el cual a su vez encuentra soporte tanto en experiencias reales de los individuos con la delincuencia y la violencia urbana, tanto como en la constante campaña política  y el sensacionalismo de ciertos medios de información. Un cierto negocio del miedo, el cual logra capitalizar, en este caso, la industria inmobiliaria y otros sectores.
Los proyectos residenciales en Puente Altos según De Mattos, Hidalgo y Ducci están en un proceso orientado al abandono del espacio público, el encierro y la incomunicación vecinal y ciudadana. Donde predominan el edificio residencial y el condominio cerrado en los márgenes de la comuna. Una visión de “comuna dormitorio”, o sea, de marcado carácter residencial, dependiente y funcional al sistema ciudad de la región metropolitana.
En este proceso se reducen la vida comunal, la participación, las relaciones sociales, la cultura, produciendo e una indiferencia territorial o desterritorialización de las identidadades.
Un individuo determinado que reside en un departamento o condominio cerrado puede tener relación con sus vecinos pero no tener ninguna relación de identificación con los problemas de su comuna.
Para brindar a la ciudad de una naturaleza que nos permita pensar y develar las tendencias predominante, hemos enmarcado en dimensiones o mundos que cubran de manera totalizante la complejidad del desarrollo mismo.   En primer lugar el mundo objetivo, construido por elementos físicos o tangibles como el ordenamiento territorial, la identificación de la vocación de la ciudad; el desarrollo científico y tecnológico, proyectos infraestructurales en los ejes estructurantes de la ciudad, etc.
La segunda dimensión es el mundo subjetivo, que contiene el desarrollo de las dinámicas de la sociedad civil, las instancias ciudadanas, la defensa de lo público, lo político y lo ético, los mecanismos de participación ciudadana, la planeación concertada, las estrategias de convivencia pacífica y demás elementos relacionados con la cultura de que son, sin lugar a dudas, determinantes del desarrollo urbano y su planeamiento.
Antonio Gramsci define  la cultura como “una fuerza activa usada por las clases dominantes para dar forma e incorporar las visiones de sentido común, necesidades e intereses de los grupos subordinados”[3]; esta es una importante afirmación. Lo cultural  en esta explicación representa más que el ejercicio de la coerción: es un proceso de creación continua e incluye la estructuración constante.  La conformación de las lógicas de desarrollo está ligada a la esfera política y devienen en el elemento central de la construcción de la sociedad en sí. La idea primaria para Gramsci se centra en demostrar cómo se puede definir al Estado, en parte, refiriéndose a su activo papel como aparato represivo y cultural.
La teoría del Italiano Gramci, parte desde la base de que cada individuo se encuentra determinado en su accionar por estructuras previamente dadas, desarrolladas a lo largo de la historia, estas estructuras se manifiestan en la institución del Estado y las clases dominantes. Cada individuo nacido en la sociedad es deudor de estas estructuras de poder.
Esto nos lleva directamente a la definición de Grarmsci del Estado, que no es solamente la herramienta represiva de las clases dominantes, Gramsci divide el Estado en dos campos específicos: la sociedad política y la sociedad civil. La sociedad política se refiere a los aparatos estatales de administración, ley y otras instituciones coercitivas cuya función primaria, aunque no exclusiva, está basada en la lógica de la fuerza y la represión. La sociedad civil se refiere a aquellas instituciones privadas y públicas que se apoyan en significados, símbolos e ideas para universalizar las ideologías de las clases gobernantes.
El Estado moderno en Gramsci no cumple un papel acotado a la violencia y la coacción física sobre los gobernados o la amenaza constate de represión. También tiene la participación principal en la reproducción del sistema, zanjando conflictos de interés entre los individuos, proveyendo a los servicios básicos, como salud y protección y entregando a los niños educación formal, que les permita aprender los principios y la instrucción básica que le permitan desarrollarse dentro de la sociedad. Para el autor italiano, en el Estado capitalista se prioriza la reproducción del capital por sobre la reproducción de la vida.
Esta teoría de la reproducción cultural también están relacionadas con la cuestión de cómo las sociedades capitalistas son capaces de reproducirse a sí mismas. El rol mediador de la cultura en la reproducción de las sociedades y el desarrollo urbano es causa y consecuencia de la polarización (segregación) discontinuidad y la hostilidad.
En la reproducción se juega el futuro de un tipo de la hegemonía de una clase por sobre otra, por eso es tan importante que el Estado cumpla bien su papel educador sobre la sociedad. Este consiste en hacer de los valores e intereses que conciernen a la clase dominante los del resto de las clases y de toda la sociedad. Una clase o un grupo determinado abandonan voluntariamente sus intereses inmediatos y asume voluntariamente los intereses y la identidad de la clase dominante.  En el caso de esta investigación es relevante, la tesis de que se infiere en algunos textos acerca del abandono de la dimensión política del territorio, o sea, la indiferencia de los vecinos hacia las problemas de su barrio o comuna. ¿A quién le conviene esta despolitización del territorio?
Ernesto Laclau, investigador del pensamiento de Gramsci, sostiene que en el concepto de hegemonía no hay implícito una supuesta falsa conciencia, como si hubiese una verdad dada y trascendental la cual debe ser debelada, sino lo que se llamaría una guerra de posición. Acá, aclara, que no se trata de militarizar la teoría, sino más bien de desmilitarizar la guerra. Una guerra permanente en el campo de la cultura, la política, etc., por movilizar el eje de la reproducción social, desde la reproducción del capital, hacia la reproducción de la vida, por ejemplo.
Finalmente el campo de lucha es la historia en sí misma, Laclau le llama el "historisismo total". La base de toda conformación es la historia, todos los campos del desarrollo, la economía, la ciencia, la cultura, la política o el desarrollo urbano están sometidos en última instancia a la historia particular que las precede. De esta forma, cada sociedad o cultura tiene sus propias particularidades y devenires. No existe una teleología, un mundo ideal particular para toda la humanidad. Solo hay contingencia, dice Laclau (LA DIVISORIA DE AGUAS GRAMSCIANA, 1987), no hay leyes que predeterminen o permitan predecir los acontecimientos sociales. En este sentido la "guerra de posiciones" es pura praxis que pretende generar solidaridades a partir de entre grupos sociales para generar un bloque histórico, cultural y político que se oponga a la cultura dominante, que genere valores opuestos o diferentes, de acuerdo a realidades más concretas como podría ser la relación territorial, la residencia; de mediar una proceso de democratización del desarrollo urbano.
El trabajo de Pierre Bourdieu y sus colegas en Francia representa una de las perspectivas más importantes para el estudio del modelo reproductivo cultural.
La teoría de Bourdieu de la reproducción cultural comienza con el supuesto de que las sociedades divididas en clases y las configuraciones materiales en que descansan están parcialmente mediatizadas y reproducidas a través de lo que llama “violencia simbólica”. Esto es, el control de clase se constituye a través del sutil ejercicio del poder simbólico sostenido por las clases gobernantes para “imponer una definición del mundo social que es consistente con sus intereses.  La cultura deviene el lazo mediador entre los intereses  de la clase gobernante y la vida cotidiana.  Funciona para retratar los intereses económicos y políticos de las clases dominantes, no como arbitrarios e históricamente contingentes sino como elementos necesarios y naturales del orden social”. Podríamos pensar desde aquí el desarrollo urbano como una fuerza social y política importante en el proceso de reproducción de clases. Apareciendo como un “transmisor” imparcial y neutral de la cultura, la configuración urbana puede promover desigualdad y agudizar la desigualdad.  De acuerdo con Bourdieu, es precisamente la relativa autonomía de un sistema  que “lo capacita para servir a demandas externas bajo el disfraz de independencia y neutralidad, por ejemplo para esconder las funciones sociales que desarrolla y así desarrollarlas con mayor efectividad”
Partiendo desde este  punto de vista podríamos afirmar que  espacio urbano no es simple reflejo de las relaciones sociales, sino parte constituyente de ellas. Es el lugar donde esas relaciones se concretan, no solo donde se reflejan.
Bourdieu analiza la relación entre acción y estructura social.  A esta relación llama estructuración, la estructura consiste en la historia objetivada, el marco que alberga y determina la acción: el “habitar”.  El espacio urbano es un habitar por exelencia, los edificios, las villas, las plazas, las rejas son historia objetivada;  o sea, historias, ligios, conflictos de clases, acuerdos, desacuerdos, ganadores y perdedores, acción pura que se a acomulado en el paso del tiempo sobre los objetos y la configuración del espacio urbano.

La segunda se refiere a la “historia corporizada del hábito y apunta a un conjunto de competencias y necesidades estructuradas internalizadas, un estilo internalizado de conocimiento y relación con el mundo que está asentado en el cuerpo mismo. El hábito, entonces, deviene una “categoría mental que constituye el principio de miles de representaciones y de acciones” (Bourdieu, Razones prácticas: Sobre la teoría de la acción, 1997, pág. 130), “como sistema de esquemas de percepción y apreciación, como estructuras cognitivas y evaluativas que adquieren a través de la experiencia duradera de una posición en el mundo social” (Bourdieu, Espacio social y poder simbólico en Cosas Dichas, 1995, pág. 134). El hábito es un producto de la socialización y la historia corporizada, y difiere entre los variados grupos subordinantes y dominados dentro de la sociedad. Como principios inscritos profundamente dentro de las necesidades y disposiciones del cuerpo, el hábito deviene en una fuerza  en la organización de la experiencia individual y es la categoría central para situar el agenciamiento humano dentro de la actividad práctica.
El habito es la historia inscrita profundamente en las necesidades y disposiciones del cuerpo, antes que del razocinio o algún sentido de moralidad.  Reproduciendo identidades predeterminadas por la cultura dominante (el empresario, el trabajador, el estudante, la dueña de casa, etc.) en un proceso de socialización en que están incluidos el sistema educativo, el mercado, los medios de comunicación y también la configuración espacial en que los individuos y comunidades se desnvuelven. 
Las fragmentaciones social y territorial no son una simple consecuencia de las desigualdades socioeconómicas, sino que son resultado de la diferenciación social en el espacio, y constituyen procesos que se retroalimentan. En esta medida, surgen diversas formas de segregación, como manifestaciones de la distribución de las clases sociales en el territorio.
Pero la validez misma de la clasificación amenaza con incitara percibir las clases teóricas, agrupaciones ficticias que sólo existen en la hoja de papel, por decisión intelectual del investigador, como clases reales, grupos reales, constituidos como tales en la realidad. Una amenaza tanto mayor cuanto que la investigación pone de manifiesto que las divisiones trazadas en La distinción corresponden efectivamente a unas diferencias reales en los ámbitos más diversos, incluso más inesperados, de la práctica. Así, tomando el ejemplo de una propiedad curiosa, la distribución de los propietarios de perros y de gatos se organiza según el modelo, pues el amor por los primeros resulta más probable entre los empresarios del comercio (a la derecha en el esquema) mientras que el afecto por los segundos resulta más frecuente entre los intelectuales (a la izquierda en el esquema).
El modelo define pues unas distancias que son predictivas de encuentros, afinidades, simpatías o incluso deseos: en concreto eso significa que las personas que se sitúan en la parte alta del espacio tienen pocas posibilidades de casarse con personas que se han situado en la parte de abajo, en primer lugar porque tienen pocas posibilidades de encontrarse físicamente (salvo en lo que se llama los «sitios de mala nota», es decir a costa de una transgresión de los límites sociales que vienen a multiplicar las distancias espaciales); después, porque si se encuentran de paso, ocasionalmente y como por accidente, no se «entenderán», no se comprenderán de verdad y no se gustarán mutuamente. A la inversa, la proximidad en el espacio social predispone al acercamiento: las personas inscritas en un sector restringido del espacio estarán a la vez más próximas (por sus propiedades y sus disposiciones, sus gustos y aficiones.) y más inclinadas al acercamiento; también resultará más fácil acercarlas, movilizarlas. Pero ello no significa que constituyan una clase en el sentido de Marx, es decir un grupo movilizado en pos de unos objetivos comunes y en particular contra otra clase. (Bourdieu, Razones prácticas: Sobre la teoría de la acción, 1997, págs. 22-23)

Trabajos citados

1.      Ascher, F. (2001). Los Nuevos Principios del Urbanismo. España: Alianza.
2.      Aura, E. (s.f.). CIUDADES REGIÓN: Hacia una lectura socioterritorial del capitalismo tardío. Recuperado el 9 de Septiembre de 2012, de http://www.ucentral.cl/fid/pdf/t_e/erika_aura.pdf
3.      Bourdieu, P. (1995). Espacio social y poder simbólico en Cosas Dichas. Barcelona: Gedisa.
4.      Bourdieu, P. (1997). Razones prácticas: Sobre la teoría de la acción. (T. Kauf, Trad.) Barcelona: Anagrama.
5.      Brain, I., & Sabatini, F. (2008). La segregación, los guetos y la integración social urbana: mitos y claves. Eure : Revista Latinoamericana de Estudios Urbano Regionales , 34, 5-26.
6.      Brain, I., & Sabatini, F. (Mayo de 2006). Los precios del suelo en alza carcomen el subsidio habitacional, contribuyendo al deterioro en la calidad y localización de la vivienda social. Prourbana , 2-13.
7.      Choay, F. (1970). El Urbanismo: Utopías y Realidades. Barcelona: Lumen.
8.      De Mattos, C. (1999). Santiago de Chile, globalización y expansión metropolitana: lo que existía sigue existiendo. Eure , 25, 29-56.
9.      Ducci, M. E. (2000). Santiago: territorio Anhelos y temores. Efectos sociales y espaciales de la expansion urbana. Eure , 26 n°79.
10.  García Canclini, N. (1999). La Globalización Imaginada. Barcelona: Paidos.
11.  Geertz, C. (2003). LA INTERPRETACIÓN DE LAS CULTURAS. Barcelona: Gedisa.
12.  Giroux, H. (1983). TEORIAS DE LA REPRODUCCION Y LA RESISTENCIA EN LA NUEVA SOCIOLOGIA DE LA EDUCACION: UN ANALISIS CRITICO. (G. Morzade, Trad.) Buenos Aires: Harvard Education Review.
13.  Gramsci, A. (1971). Selections from Prison Notebooks. New York: And trans.
14.  Hidalgo, R. (2004). De los pequeños condominios a la ciudad vallada: las urbanizaciones cerradas y la nueva geografía social en Santiago de Chile. Eure , XXX (91), 29-52.
15.  Laclau, E., & Mouffe, C. (1987). LA DIVISORIA DE AGUAS GRAMSCIANA. En Hegemonía y Estrategia Socialista (págs. 114-126). Madrid: Siglo XXI.
16.  Municipalidad De Puente Alto. (s.f.). Catastro. Recuperado el 9 de Septiembre de 2012, de http://www.mpuentealto.cl/pagina.php?w=czozOiIxMDIiOw==
17.  Satterthwatite, J. H. (1987). La Ciudad Legal y la Ciudad. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.
18.  Weber, M. (1962). The City . Nueva York : Collier Books.


[1]  Michelet, en su Histoire de France (1837) citado por Choay, 1970, pág. 27
[2]  Citado por Choay, pág. 58
[3] Selections from Prison Notebooks, 1971,  Citado por Giroux, 1983, pág. 19

martes, 28 de agosto de 2012

Tendencias democráticas en los gobiernos locales




Una de las hipótesis de partida es la necesidad de impulsar la democratización del gobierno local con miras a ampliar su nivel de representatividad social, política y regional y consecuentemente su desprivatización y recuperación de su carácter público; esto es, romper, debilitar o al menos atenuar los espacios, mecanismos, procedimientos y enclaves institucionales que, aunque formalmente aparecen como estatales, son bastiones de intereses particulares y corporativos que secuestran los mecanismos de decisión y los recursos de ejercicio de poder público local. Al interior del pensamiento crítico se ha desarrollado la idea de la democracia como un valor estratégico y universal: democratizar la democracia, radicalizarla, democracia sin fin. Es preciso rehacer una democracia sustantiva, deliberativa, participante e inclusiva que revierta
el vaciamiento de la democracia actual.

La desprivatización del Estado exige incrementar el control que la sociedad ejerce sobre sus instituciones y recursos, así como la consolidación de la dimensión pública igualitaria en el gobierno democrático y la construcción de una sociedad civil para afianzar la igualdad política entre los ciudadanos y fortalecer su participación informada y autónoma en la toma de decisiones sobre cuestiones de interés general.


Investigación Teórica.

La relevancia sociológica de esta investigación consiste en develar algunas relaciones específicas entre espacio y subjetividad, poniendo de manifiesto lo relevante que es la configuración del espacio urbano para la sociología, como escenario en el que los actores sociales se desenvuelven produciendo y reproduciendo la vida social. 
Esto a su vez no puede sino implicar la relevancia para el urbanismo como disciplina teórica y práctica, de una perspectiva sociológica que imponga ciertos objetivos relacionados con el desarrollo social y el bienestar. 
Las instancias resolutivas en especial en áreas de desarrollo urbano tan acelerado como la Región metropolitana de Chile y más específicamente Puente Alto, uno de sus territorios más álgidos en este aspecto, no deberían gestionar sin una perspectiva sociológica, si pretenden un desarrollo eficiente en tanto que no solo producción, sino también reproducción de la vida social. 
La responsabilidad de la sociología es la producción de conocimientos que permitan a las instancias resolutivas proceder en la vida pública de manera adecuada, resguardando el equilibrio, el desarrollo y el bienestar social. En este sentido la sociología urbana debe poner en cuestión la forma en que se ha generado el desarrollo urbano y con ello diversos problemas sociales, tales como el crimen, el tráfico y consumo de drogas, el desempleo, etc. Problemas en que podrían estar implicados los criterios urbanísticos, por ejemplo el caso de un territorio urbano segregado socialmente. La sociología no solo debería en este caso diagnosticar el problema sino que debe generar conocimientos que permitan reducir estas problemáticas. 
Lo que se pretende en el fondo probar en esta investigación es que la configuración espacial, no es inocente ni circunstancial a los problemas sociales, sino parte constituyente de la sociedad, de la forma en que experimentamos la vida social y nos relacionamos. 
Por lo pronto se intentará comprender el desarrollo urbano a través de categorías sociológicas de diferentes corrientes, pero cruzadas por el concepto de reproducción cultural. Esto significa sacar el desarrollo urbano del campo de la objetividad técnica y situarlo en el de lo propiamente político, del debate, del litigio, de la dialéctica y la posibilidad. 
Este ejercicio no se trata de forzar los conceptos, sino de intentar develar el lugar más apropiado para ellos.  El desarrollo urbano es una actividad humana y debe estar abierta a la posibilidad del ingreso de las fuerzas sociales, para que la determinen y orienten en su devenir. 
La ciudad sociológicamente se podría definir como un producto social resultante de intereses y valores sociales en pugna, que se construye a lo largo de la historia, y la ciudad como escenario de esa historia.  La transposición o articulación del orden social con el espacial y la conformación del espacio urbano.  
Es relevante para una investigación sociológica del desarrollo urbano, comprender el concepto de urbanismo , pues en él se albergan modelos teóricos que dan cuenta de causas y variables del desarrollo urbano.
Estos modelos, escuelas, tendencias, se encuentran ligados y relacionados a corrientes científicas, políticas, e ideológicas que son propiamente objetos de la sociología, como aquí se entiende.
Veremos que tras el urbanismo se hayan implícitas relaciones sociales, políticas (en tanto que poder) que conviven y se enfrentan, transformando la propia disciplina o campo de estudio. 
La disciplina que estudia el fenómeno urbano nace en el siglo XX con mucha posterioridad al fenómeno en sí, incluso a la expresión más moderna de este, la ciudad industrial (fenómeno que data desde las llamadas revoluciones burguesas) 
Previamente sí se podría hablar de corrientes que ayudaron a formarlo. Diversidad de autores provenientes del mundo de la filosofía y la política, promovieron ideas referentes a las condiciones y posibilidades de la ciudad moderna. Muchos de estos  con análisis y proyectos muy elaborados y detallados, tales como los llamados  socialistas utópicos, o los mismos Engels y Marx y su socialismo científico dieron muchas pistas en relación al concepto de ciudad y de desarrollo urbano.
La planificación, los criterios de transformación y desarrollo estuvieron a cargo ya sea de las fuerzas de mercado, sociales y de corrientes políticas y filosóficas, que mostraron preocupación por este tema, a las que se las denomina preurbanistas. Dentro de esta categoría encontramos a autores tales como Robert Owen, Charles Fourier, Victor Considerant, Étiene Cabet, Pierre-Joseph Proudon, entre otros. Estos autores fueron la semilla de la disciplina ya más especializada, aparecida en el siglo XX.
Las ciudades se desarrollaron por largo tiempo sin una disciplina que estudiara específicamente sus problemáticas.  De hecho el concepto “urbanismo” nació con Ildefonso Cerda. En el año 1867, publicó su Teoría General de la urbanización. Explicó en esa palabra una materia nueva, un fenómeno reciente. Es así como la palabra urbanismo no figuró en ningún diccionario occidental, antes del siglo veinte. 
Pero el urbanismo en sí, como disciplina específica toma cuerpo bajo la presión que significaba la situación objetiva de la reconstrucción de ciudades destruidas tras la primera guerra mundial.
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El fin de la primera guerra mundial y la necesidad de reconstruir ciudades afectadas por ésta, fue lo que impulsó la especificación y especialización de criterios de la orientación del desarrollo urbano. Se pasó de criterios ideológicos a criterios técnico-científicos, o dicho de otra manera: un criterio unificado, coherente en sus métodos y objetivos. Estos criterios predominaron tanto en la Europa capitalista como en la socialista, incluyendo a la Unión Soviética. Un urbanismo que se resume en la idea y fin de "progreso". Tony Garnier, Walter Gropius, Le Corbusier y el ruso Stanislav Gustavovich Strumilin, fueron algunos de los representantes de esta tendencia. 
El interés de los urbanistas del siglo XX se trasladó de las estructuras económicas y sociales hacia estructuras técnicas y estéticas. El urbanismo pasó del patrimonio de los historiadores, economistas o políticos al de los técnicos especialistas, generalmente arquitectos.  Sustentados en la tecnología moderna y el uso de materiales resistentes como el hormigón y el acero, además de una tendencia arquitectónica que interactúa en todo momento con el urbanismo, nutriéndolo y nutriéndose de él. Una arquitectura que exaltaba la geometría y la línea recta
No se trata solamente de un producto de alguna revolución material objetiva a las posibilidades urbanísticas, sino que del intento de la apropiación del concepto de modernidad en toda su dimensión, tanto en las eficacias que permiten los métodos de estandarización y mecanización, como el de los conceptos estéticos extraídos de las artes de vanguardia de la época (cubismo y movimientos relacionados).
Hay en esto la pretensión de reducir los objetos de cualquier naturaleza a la racionalidad del hombre que es la unidad básica del progresismo. Stanislas Gustavovitch Strumilin lo expresa de la siguiente manera: "Nuestra tarea no consiste en estudiar la economía, sino en transformarla. No estamos atados a ninguna ley (...) La cuestión de los ritmos está sujeta a la decisión humana.". De esta misma manera la ciudad debe ser entendida como un producto de la razón, un proyecto con el objetivo de alcanzar, por medio del control de cada proceso, la maximización y perfeccionamiento de cada hombre.
Según el esquema desarrollado por Francoise Choey para explicar los principales conceptos del urbanismo, en la antítesis del urbanismo progresista se haya el culturalismo, cuya columna vertebral es la puesta en cuestión, concepto por concepto de lo que se entiende por ciudad.  Este tiene como punto de partida, ya no el individuo sino que el grupo humano de la ciudad.  Sus planteamientos son además una nostalgia por la belleza preindustrial perdida.
El urbanismo culturalista propone que cada proyecto antes de estudiar y de pensar en las posibilidades y problemáticas del individuo o la persona se haga sobre los de las relaciones sociales y la comunidad.  Desde este punto de vista podríamos rastrear una fuerte influencia de la filosofía hegeliana o la fenomenología, ya que se apuntaba a comprender lo cualitativo en tanto que métodos y objetivos. El espíritu y la totalidad estética de aquello que llamamos ciudad.
Otros autores que pudieron influenciar esta concepción fueron Victor Hugo o Mellarme, ya que sus escritos están cruzados fuertemente por algo similar a la nostalgia de un mundo en que predominan los conceptos estéticos, artísticos; los ethos, la dignidad etc. Conceptos luego desarticulados por la fragmentación y el cálculo moderno.
Los primeros promotores del urbanismo culturalista fueron ensayistas del siglo XIX que provenían de diferentes áreas y con diferentes motivaciones, ya sea Augusto Welby Northermore Pugin (1812- 1852), un arquitecto inglés, no solo nostálgico de las formas sino de los valores premodernos, relacionados con la religiosidad cristiana.
John Ruskin (1818- 1896) proveniente de la filosofía y la critica artística.
William Morris disípalo de Ruskin, pero con una vocación más política, ligada al socialismo y el concepto de "comunidad".
El urbanismo culturalista, propiamente, surge a principios del siglo XX, antes que el urbanismo progresista, como escuela. Con autores como Camilo Sitte, Evenezer Howard y Ray Menurwin. Su fuerza sigue siendo la crítica al progresismo y la modernidad que fundamenta la ciudad industrial. Su gran propuesta es la "ciudad jardín", cuyas principales características serían el predominio de lo estético cultural por sobre lo productivo. El enriquecimiento humano (ético) de la comunidad por sobre el material.
A propósito de esto, en "La teoría de la ciudad",  Max Weber nos lleva así a una conclusión bastante interesante.  La ciudad moderna está a punto de perder su estructura externa y formal.  Desde un punto de vista interno, está en curso de degradación, mientras que la comunidad representada por la nación se desarrolla por todas partes a expensas.  La época de la ciudad parece que debe alcanzar su término.
Patric Geddes fue un biólogo escoses que estudió el urbanismo y el fenómeno urbano desde el puto de vista de la evolución y de la teoría biológica de la selección natural, criticó el urbanismo progresista por su falta de consideración por los factores humanos.
Para él la ciudad es una obra humana, pero, por lo mismo, no le pertenece a ningún proyecto filosófico, político determinado. La ciudad es una experiencia que el ser humano ha vivido desde mucho antes de la era moderna, de hecho es tan antigua como las primeras civilizaciones.
Por otro lado, más allá de la nostalgia y los impedimentos facticos, de diferente índole (social, económica, política) que encontrará una propuesta tan revolucionaria y ambiciosa como la Ciudad jardín, el culturalismo sacó a la superficie las limitaciones de la visión progresista de la ciudad.
La cultura y la ciudad son indisociables la una de la otra, la ciudad implica irreductiblemente estética, arte, creatividad, religiosidad, etc., es el espacio por definición del desarrollo de la conciencia humana.
Este autor muestra la ciudad como un objeto complejo por definición (informacional, dinámico y mutable) los objetivos de su análisis están más relacionados con la epistemología de la comprensión que con el conocimiento acabado.
El urbanismo por tanto, sin dejar de ser una disciplina independiente, un cuerpo teórico definido, deberá pedir prestado conceptos de las ciencias sociales. A su vez la propia ciudad se convierte en objeto de estudio sociológico.
La ciudad ha sido en todas sus fases históricas, un espacio de intercambio y de flujos de información de todo tipo, que son expresión de lo que llamamos cultura, algo cuyo contenido aparece como inaccesible desde un punto de vista técnico.
Como lo entendía Max Weber, el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, habría que considerar aquí que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones.
Y en este sentido decir que la ciudad o el espacio urbano está ligado a determinantes culturales significa que su naturaleza no está al servicio de un poder específico sino a cargo de diversos grupos y actores sociales que dialogan, se enfrentan y se contraponen tanto en el espacio de los discursos sociales como en el de las estrategias políticas de los diferentes interesados.
Una transformación del espacio urbano concreto no necesariamente responde a criterios formales de planificación urbana, como lo mostrará Hardoy en su texto Ciudad Legal y Ciudad Ilegal, en que se explica cómo las ciudades de Latinoamérica y todo el tercer mundo en general, experimentaron sus principales transformaciones por fuera de la planificación y las lógicas formales de desarrollo, a partir de tomas de terrenos por parte de grupos de ciudadanos sin techos que se daban en los márgenes de las grandes urbes.
El estudio del desarrollo y transformaciones de la ciudad debería comprender los procesos sociales que determinan el modo en que se configura finalmente el espacio urbano; esto es, no quedarse solo en las variables que competen al Estado y a las instituciones formales relacionadas y sus intenciones, sino que estudiar al detalle las causas de estas transformaciones efectivas y reales. Para esto son necesarios conceptos más específicos que los del progresismo y el culturalismo. Como dice Geddes, "No hay una ciudad del porvenir, sino tantas ciudades como casos particulares." No basta con entender los modelos y formas del cómo se desarrolla el espacio urbano, sino que es necesario pasar al contenido, a la contingencia de cada caso, además de comprender las dinámicas y dialécticas que lo determinan. Esta investigación en particular, sin ir más lejos, trata de los cortes de recorrido y las discontinuidades que se producen en un espacio urbano determinado. Proceso en el que participan diversos actores y grupos sociales que lo hacen un objeto de estudio complejo, cultural y político. Un objeto en el que es importante también el periodo de tiempo que hemos escogido. El cual está relacionado con transformaciones importantes en el orden de los procesos económicos y la propia transformación de la estructura política llevada a cabo a principios de la década de 1990 en adelante.
Esta fue una década en que convivieron la democracia o la así llamada, "transición a la democracia", con un modelo económico imperante impuesto durante la dictadura militar, conocido como neoliberalismo , en la misma tónica de los paradigmas que cruzan todo el escenario científico, ideológico y cultural de la época, cuyos principales ejes son la globalización o mundialización (que hace de la cultura un factor determinante del devenir de la sociedad) y el paradigma cultural posmoderno. Estas transformaciones estructurales parecen estar a la base de una transformación del proceso de urbanización o desarrollo urbano. La transformación y expansión física de las ciudades ha sido campo de análisis de muchas corrientes teóricas generando conceptos tales como, “la metápolis” de Asher.
El filósofo urbanista Francoise Ascher llamó a la nueva ciudad metapolis, como superación de lo que fue la ciudad previamente.
Este autor no ve en la fragmentación o flexibilización del desarrollo urbano algo negativo, sino una posibilidad. La sociedad, los actores sociales constituyen su propio espacio y a la vez esté los determina a ellos en su manera de interactuar en las diversas operaciones sociales que los individuos practican. La superación de la planificación y el desarrollo urbano centralizado y el sentido último en la funcionalidad de los espacios no significa necesariamente irracionalidad, caos o crisis, sino que es una la posibilidad de una profundización de la racionalidad.  O sea, la posibilidad de un desarrollo urbano producido a escala humana, por una “red” de actores racionales y participativos, no subsumidos por ningún aparato centralizado, resolutivo y totalitario.  Los problemas o crisis urbanas que pudieran suscitarse en una ciudad  particular tienen en este “nuevo urbanismo” como mejor solución el aumento de la racionalidad de los procesos mismos de la vida y no el simplemente dejar funcionar la mecanicidad institucional.
La ciudad que ha devenido en metapolis, es, entre otras cosas, aquella que ha confiado su desarrollo a fragmentos cada vez más localizados e independientes uno de otro; en principio a la autonomía de las municipalidades, pero también a grupos culturalmente constituidos, e incluso movimientos sociales.
Las transformaciones urbanas externas a la institucionalidad y la planificación centralizada, no devendrían necesariamente en caos y desorganización, sino en la profundización de las eficiencias racionales para solucionar problemas, por parte de agentes cada vez más cercanos y directamente afectados por estas contingencias urbanas.
Hardoy y Satterthwaite coinciden con Ascher que la profundización de la democracia y participación es el mejor escenario para el desarrollo urbano.
Sin embargo, estos autores apuntan a una cierta incapacidad de los gobiernos políticos del tercer mundo para dar soluciones a los grabes problemas  urbanos. La pobreza y los problemas allegados  a esta, continúan aumentando según los autores, la segregación y con ello la higiene, el hacinamiento, la mala salud, la formación de “villas miserias”, son problemas que los gobiernos y sus instituciones de planificación urbana no pueden solucionar.    Por tanto los problemas en vez de reducirse se agudizan en relación directamente proporcional con el desarrollo y complejizarían de la ciudad.
Dan cuenta en cierta medida  de este proceso de transformación del capitalismo, ya en 1987, en su texto "la ciudad legal y la ciudad ilegal", fundamentalmente en grandes metrópolis del tercer mundo.  Este texto describe una realidad que comenzaba a gestarse en la década de los 80 y su principal crítica es hacia la concepción “errónea” de planificación y los gobiernos, en su mayoría autoritarios, como principales responsables de la crisis urbana.
Estos dos autores insinúan un carácter, primero, autoritario, y además, tecnócrata, antidemocrático y poco realista de la problemática urbana por parte de los estamentos de planificación.  Observaron el problema del desarrollo urbano desregulado, imperfecto e injusto, en términos sociales, pues en la época que  analizó, los países del tercer mundo, especialmente América Latina, se caracterizaban porque la mayoría de sus gobiernos eran más bien dictaduras incapaces de solucionar de manera eficientes las serias problemáticas sociales. Hardoy veía necesario que nuevos gobiernos, con vocación auténticamente democrática fueran los que impulsaran la profundización de la participación social en el desarrollo y transformación urbana.
Para Hardoy y Satterthwaite  uno de los principales problemas del urbanismo en Latinoamérica ha sido la desigualdad social traducida en segregación socioespacial, la cual mantiene a amplios grupos de escasos recursos, separados de beneficios sociales fundamentales para poder progresar económicamente, lo que a su vez disminuye más la posibilidad de acortar las brechas sociales.
Avisarán los autores que la solución a la crisis urbana, muy concreta y perceptible, es un nuevo criterio de gobierno y planificación en que los propios ciudadanos participen activamente en la solución de sus problemas, sacando y dejando de lado las plantillas y dogmas que predominaban en los tecnócratas a cargo de la planificación urbana.  Solo sería posible que gobiernos auténticamente democráticos pudieran dar  algún tipo de respuesta a la crisis urbana.
Sabatini y Brain los sociólogos urbanistas chilenos analizan este fenómeno en Santiago de Chile y concluyen que la segregación social no es un fenómeno de naturaleza objetiva ni "monocausal". Esto quiere decir que aunque hay determinantes económicas en la configuración del territorio urbano, no son las únicas y estas tampoco son de orden objetivo o estructural, pues están siempre ligadas a políticas concretas, determinadas en algún momento por el Estado o las instituciones relacionadas, como lo fue en su momento la liberación del mercado de suelo, en concomitancia con una serie de políticas privatizadoras, en desmedro de lo público, durante la dictadura militar.
Según estos autores la liberación del mercado de suelo ha hecho que, a pesar del desarrollo localizado de las comunas y la promesa de mayores autonomías ciudadanas, el desarrollo vuelva a quedar atrapado en el antiguo modo "centro-periferia". Esto quiere decir que los centros, económica y comercialmente establecidos en cada comuna o sector, determinan el precio del suelo, o sea mientras más cerca del centro, aumentan los precios del terreno, lo cual produce una expulsión hacia la periferia de los sectores menos acomodados de la sociedad, alejándolos aún más de los beneficios sociales.
La crisis del modelo urbano en Chile en las tres últimas décadas, iniciada tras la reconversión primero de las estructuras productivas, que Érica Aura en su texto Ciudades región, reconoce como el desarrollo propio de la globalización neoliberal.  Érica Aura analiza este fenómeno como puesta en cuestión del modelo "metapolís" de Ascher o "ciudades redes" de Castells, pues no se cumplirían, en el fenómeno Latino Americano, las promesas de mayor democratización, ni mayor autonomía territorial por parte de los ciudadanos, sino que se reeditaría una versión más localizada del viejo modelo Centro-periferia, con toda su potencia segregadora. El espacio urbano seguirá organizándose con criterios principalmente economicistas.
Ahora bien, para Sabatini y Brain, la segregación no es un problema sin solución. La configuración urbana no es un reflejo de estructuras económicas previamente dadas, sino que dependen en buena medida de determinaciones subjetivas; culturales y políticas.
La dimensión política apunta a las lógicas internas del marco de los urbanistas, planificadores o las propias autoridades, que entienden y clasifican la segregación como un problema natural, intrínseco al desarrollo urbano y a la orientación de desarrollo por chorreo.
Por ejemplo, Sabatini y Brain en su artículo “La segregación, los guetos y la integración social urbana: mitos y claves” explicarán el fenómeno de la segregación como un problema ideológico en cierta medida.  Critican y hacen en parte responsable a las concepciones mecanicistas y neutralizantes de la segregación.  Los autores  estiman que la simple desigualdad económica  es un diagnostico muy general e insuficiente, pues independiente de la desigualdad económica, que sí es un problema, es posible y necesario un esfuerzo de la sociedad y sus instituciones por controlar los procesos de segregación espacial.  Lo cual de por sí, dará píe a mayores oportunidades a las clases menos afortunadas en tener mayores beneficios sociales y urbanos, esto mejoraría en parte, las posibilidades de justicia e igualdad social.
Tras la segregación social se encuentra la idea y la lógica de que esta es un mal necesario, “que no es bueno mezclar” porque puede producir caos y descontrol social.  Esta es, para los autores, una lógica sin fundamento empírico, pues precisamente, la segregación propicia males tales como el desempleo, la delincuencia, el resentimiento, la violencia social, el tráfico y consumo de drogas.  O sea que, al contrario de la lógica establecida, la segregación es un productor activo de caos.
Para estos autores una planificación adecuada orientada a controlar la segregación socioespacial, podría aliviar males tales como los ya mencionados, esto al propiciar una mayor integración social a través de la configuración del espacio urbano.
Por otro lado es posible comprender la segregación en un sentido sociocultural, esto es, determinada por la propia subjetividad social.
El que grupos sociales que comparten ciertas características culturales, busquen agruparse en ciertos sectores y territorios es un fenómeno común en las urbes modernas. Barrios formados por etnias, religiones, modos de vida, oficios, etc. Los individuos en la medida de sus posibilidades tienden a buscar estar cerca de otros a los cuales consideran similares, se podría decir que se busca una identificación a un nivel cultural con el territorio en el cual se reside. Esta tendencia podría, en cierta medida erosionar el desarrollo social y la integración a un proyectos ciudad o país determinado. Pero el problema se agudiza cuando un proceso como la globalización de la cultura complejiza y reclasifica sectores de la sociedad. 
De Mattos, autor urbanista uruguayo radicado en Chile, denomina a este proceso, polarización o dualización de la sociedad en el espacio urbano. El fenómeno consiste en que las ciudades que se ven integradas a la globalización, paulatinamente van también experimentando una división cada vez más acentuada, tanto de la cultura como del espacio urbano. Ciertos grupos van integrándose y asimilando los flujos de información que trae consigo el proceso globalizador mientras otros van quedando a la deriva y marginados de los nuevos proyectos de esta nueva y de lo que en general, la ciudad, ahora, pretende ser. 
La seguridad, nos dice Ducci María Elena Ducci, es el eje principal de la publicidad inmobiliaria, y la cuál encuentra sustento en el miedo, el cual a su vez encuentra soporte tanto en experiencias reales de los individuos con la delincuencia y la violencia urbana, tanto como en la constante campaña política y el sensacionalismo de ciertos medios de información. Un cierto negocio del miedo, en el que en este caso logra capitalizar la industria inmobiliaria y otros sectores. 
La situación específica de la Región Metropolitana de Santiago en los últimos años ha sido muy paradigmática de todos estos procesos de globalización, informacionalización, flexibilización de la economía, etc., además de experimentar un notorio proceso expansivo de su territorio urbano, vía la liberación del mercado de suelo al no considerarlo un recurso escaso.   Los grandes proyectos inmobiliarios han tendido a situarse, cada vez más, en los márgenes de la ciudad bajo la promesa publicitaria de seguridad y tranquilidad. 
En primer lugar, la forma en que se está desarrollando hoy la ciudad de Santiago muestra una tendencia hacia una extensión en superficie, ocupando cada vez más amplias áreas periféricas y una tendencia a la "megalopolización", proceso que tanto  diseñadores e "intelectuales" ven como negativa, sin embargo es evaluada positivamente por el público, llegando a ser norma. Al preguntar a los Santiaguinos  “la mayor parte de la población contesta que le gustaría (si le es posible) tener una casita con jardín en las afueras... ". Y los inversionistas inmobiliarios privilegian la huida de la ciudad, quizás para obtener la ilusión de salvar a la gente, y no aparece por el momento otra alternativa clara.
 De hecho, las comunas de mayor construcción de nuevas viviendas y proyectos inmobiliarios han sido comunas de la periferia tales como Las Condes y Puente Alto. Esta ultima comuna según el censo de 1992 y el de 2002 tuvo un incremento explosivo del 93,5% y según las proyecciones el incremento debería seguir de la misma forma para el censo de 2012.   El aumento de población ha tenido relación con ciertas políticas habitacionales aplicadas en dictadura, entrega de viviendas sociales a familias de escasos recursos, provenientes de diferentes sectores de Santiago y el negocio inmobiliarios, con proyectos de edificios, grandes villas y condominios cerrados, han constituido lo que se suele llamar una "comuna dormitorio". A pesar de que el equipamiento comercial de tiendas y servicios, un mall, la llegada de la línea del metro la han ido constituyendo en un centro de desarrollo cada vez más independiente, el carácter de la comuna sigue siendo residencial, según Rodrigo Hidalgo en Ciudad Vallada. 
Uno de los ejes problemáticos de esta investigación es el fenómeno de la polarización en la comuna y en la villa que específicamente nos servirá de muestra. La desintegración y la desigualdad, o sea la dualización entre ciudad global y ciudad local marginada e insegura, son el principal obstáculo para que muchas ciudades se reubiquen en esta nueva etapa de desarrollo. Señalan Borja y Castells que un alto riesgo de la globalización es que se haga solo para una élite: "Se vende solo una parte de la ciudad, se esconde y se abandona al resto", escribe Néstor García Canclini en su libro La Globalización Imaginaria. De esto infiere la pregunta ¿Es Puente Alto una comuna polarizada? En esta investigación se intentará una aproximación a esta pregunta a partir de las discontinuidades y rejas que cierran los pasajes en las villas de Puente Alto. 
Para Carlos De Mattos, la globalización, como nueva etapa del capitalismo, es parte determinante de la configuración de la ciudad actual, tanto a nivel de estructuras productivas y lo que los mercados de trabajo le exigen a la ciudad, como también por las nuevas tendencias residenciales que han venido apareciendo. 
El capitalismo globalizado, terciarizado, informacional, como lo llama también De Mattos, ha transformado, en los países que se han hecho parte de este proceso, drasticamente el mercado de trabajo en relación al modo fordista más clásico, introduciendo a nuevos trabajadores técnicos y profesionales en arias de información y servicio, lo cual en primera instancia eleva los ingresos de una capa media emergente, transformando el nivel de vida y siendo factor determinante los cambios experimentados por muchas ciudades del mundo, en las últimas décadas. 
Este grupo de asalariados cualificados que ingresa al mercado de trabajo, se convierte rápidamente en el cliente objetivo por excelencia de los numerosos proyectos e inversiones inmobiliarias que se generan producto de la liberalización del mercado de suelos. 
Pero esta ecuación no funcionará por sí sola, para llevar a cabo una "revolución urbana", será necesario un proceso sociocultural que valla de la mano a las transformaciones económicas relacionadas al mercado de trabajo. Construir un imaginario colectivo relacionado con grupos y solidaridades culturalmente establecidos.  
Como ya habíamos dicho, la globalización produce transformaciones culturales que dividen la estructura social a la vez que genera nuevas solidaridades a partir de conocimientos, códigos, lenguaje, etc., pero estos a su vez deben ser impulsados y capitalizados, tanto por la publicidad como por los medios de comunicación asociados a esta. El objetivo es que los individuos se sientan identificados con cierto imaginario social y adopten una conducta en consecuencia a este y que finalmente adquieran los productos que les suponga llevar cierto modo de vida, en este caso propiedades inmobiliarias que poseen algunas características determinadas, precios, ubicación (pueden estar alejadas espacialmente de los centros donde normalmente se trabaja y se compra, pero poseer buenos accesos a estos), y principalmente seguridad. 
Precisamente otro factor importante en las transformaciones que ha experimentado la ciudad, según diversos autores, ha sido la seguridad. Nestor Garcia Canclini, el antropólogo Argentino radicado en Méjico, nos dice: "en una temporada puede ser -como ocurrió hace unos años- que el tamaño de la ciudad, la oposición entre el centro y la periferia, el gigantismo amenazante sean los ejes. Actualmente, los imaginarios van más asociados a la seguridad o la inseguridad, o a la relación entre los nativos y los migrantes." 
La seguridad, nos dice María Elena Ducci, es el eje principal de la publicidad inmobiliaria, y la cuál encuentra sustento en el miedo, el cual a su vez encuentra soporte tanto en experiencias reales de los individuos con la delincuencia y la violencia urbana, tanto como en la constante campaña política  y el sensacionalismo de ciertos medios de información. Un cierto negocio del miedo, el cual logra capitalizar, en este caso, la industria inmobiliaria y otros sectores. 
La situación específica de la Región Metropolitana de Santiago en los últimos años ha sido muy paradigmática de todos estos procesos de globalización, informacionalización, flexibilización de la economía, etc., además de experimentar un notorio proceso expansivo de su territorio urbano, vía la liberación del mercado de suelo al no considerarlo un recurso escaso. Los grandes proyectos inmobiliarios han tendido a situarse, cada vez más, en los márgenes de la ciudad bajo la promesa publicitaria de seguridad y tranquilidad. De hecho, las comunas de mayor construcción de nuevas viviendas y proyectos inmobiliarios han sido comunas de la periferia tales como Las Condes y Puente Alto. Esta ultima comuna según el censo de 1992 y el de 2002 tuvo un incremento explosivo del 93,5% y según las proyecciones el incremento debería seguir de la misma forma para el censo de 2012. El aumento de población ha tenido relación con ciertas políticas habitacionales aplicadas en dictadura, entrega de viviendas sociales a familias de escasos recursos, provenientes de diferentes sectores de Santiago y el negocio inmobiliario, con proyectos de edificios, grandes villas y condominios cerrados, han constituido lo que se suele llamar una "comuna dormitorio". A pesar de que el equipamiento comercial de tiendas y servicios, un mall, la llegada de la línea del metro la han ido constituyendo en un centro de desarrollo cada vez más independiente, el carácter de la comuna sigue siendo residencial, según Rodrigo Hidalgo en Ciudad Vallada. 
Uno de los ejes problemáticos de esta investigación es el fenómeno de la polarización en la comuna y en la villa que específicamente nos servirá de muestra. La desintegración y la desigualdad, o sea la dualización entre ciudad global y ciudad local marginada e insegura, son el principal obstáculo para que muchas ciudades se reubiquen en esta nueva etapa de desarrollo. Señalan Borja y Castells que un alto riesgo de la globalización es que se haga solo para una élite: "Se vende solo una parte de la ciudad, se esconde y se abandona al resto", escribe Nestor García Canclini en su libro La Globalización Imaginaria. De esto infiere la pregunta ¿Es Puente Alto una comuna polarizada? En esta investigación se intentará una aproximación a esta pregunta a partir de las discontinuidades y rejas que cierran los pasajes en las villas de Puente Alto. 
Los proyectos residenciales en Puente Altos según De Mattos, Hidalgo y Ducci están en un proceso orientado al abandono del espacio público, el encierro y la incomunicación vecinal y ciudadana. Donde predominan el edificio residencial y el condominio cerrado en los márgenes de la comuna. Una visión de “comuna dormitorio”, o sea, de marcado carácter residencial, dependiente y funcional al sistema ciudad de la región metropolitana. 
En este proceso se reducen la vida comunal, la participación, las relaciones sociales, la cultura, produciendo e una indiferencia territorial o desterritorialización de las identidadades. 
Un individuo determinado que reside en un departamento o condominio cerrado puede tener relación con sus vecinos pero no tener ninguna relación de identificación con los problemas de su comuna. 
Para brindar a la ciudad de una naturaleza que nos permita pensar y develar un modelo predominante, hemos enmarcado en dimensiones o mundos que cubran de manera totalizante la complejidad del desarrollo mismo.   En primer lugar el mundo objetivo, construido por elementos físicos o tangibles como el ordenamiento territorial, la identificación de la vocación de la ciudad; el desarrollo científico y tecnológico, proyectos infraestructurales en los ejes estructurantes de la ciudad, etc.
La segunda dimensión es el mundo subjetivo, que contiene el desarrollo de las dinámicas de la sociedad civil, las instancias ciudadanas, la defensa de lo público, lo político y lo ético, los mecanismos de participación ciudadana, la planeación concertada, las estrategias de convivencia pacífica y demás elementos relacionados con la cultura de que son, sin lugar a dudas, determinantes del desarrollo urbano y su planeamiento.
Antonio Gramsci define  la cultura como una fuerza activa usada por las clases dominantes para dar forma e incorporar las visiones de sentido común, necesidades e intereses de los grupos subordinados; esta es una importante afirmación. Lo cultural  en esta explicación representa más que el ejercicio de la coerción: es un proceso de creación continua e incluye la estructuración constante.  La conformación de las lógicas de desarrollo está ligada a la esfera política y devienen en el elemento central de la construcción de la sociedad en sí. La idea primaria para Gramsci se centra en demostrar cómo se puede definir al Estado, en parte, refiriéndose a su activo papel como aparato represivo y cultural.
La teoría del Italiano Gramci, parte desde la base de que cada individuo se encuentra determinado en su accionar por estructuras previamente dadas, desarrolladas a lo largo de la historia, estas estructuras se manifiestan en la institución del Estado y las clases dominantes. Cada individuo nacido en la sociedad es deudor de estas estructuras de poder. 
Esto nos lleva directamente a la definición de Grarmsci del Estado, que no es solamente la herramienta represiva de las clases dominantes, Gramsci divide el Estado en dos campos específicos: la sociedad política y la sociedad civil. La sociedad política se refiere a los aparatos estatales de administración, ley y otras instituciones coercitivas cuya función primaria, aunque no exclusiva, está basada en la lógica de la fuerza y la represión. La sociedad civil se refiere a aquellas instituciones privadas y públicas que se apoyan en significados, símbolos e ideas para universalizar las ideologías de las clases gobernantes.
El Estado moderno en Gramsci no cumple un papel acotado a la violencia y la coacción física sobre los gobernados o la amenaza constate de represión. También tiene la participación principal en la reproducción del sistema, zanjando conflictos de interés entre los individuos, proveyendo a los servicios básicos, como salud y protección y entregando a los niños educación formal, que les permita aprender los principios y la instrucción básica que le permitan desarrollarse dentro de la sociedad. Para el autor italiano, en el Estado capitalista se prioriza la reproducción del capital por sobre la reproducción de la vida. 
Esta teoría de la reproducción cultural también están relacionadas con la cuestión de cómo las sociedades capitalistas son capaces de reproducirse a sí mismas. El rol mediador de la cultura en la reproducción de las sociedades y el desarrollo urbano es causa y consecuencia de la polarización (segregación) discontinuidad y la hostilidad.
En la reproducción se juega el futuro de un tipo de la hegemonía de una clase por sobre otra, por eso es tan importante que el Estado cumpla bien su papel educador sobre la sociedad. Este consiste en hacer de los valores e intereses que conciernen a la clase dominante los del resto de las clases y de toda la sociedad. Una clase o un grupo determinado abandonan voluntariamente sus intereses inmediatos y asume voluntariamente los intereses y la identidad de la clase dominante.  En el caso de esta investigación es relevante, la tesis de que se infiere en algunos textos acerca del abandono de la dimensión política del territorio, o sea, la indiferencia de los vecinos hacia las problemas de su barrio o comuna. ¿A quién le conviene esta despolitización del territorio? 
Ernesto Laclau, investigador del pensamiento de Gramsci, sostiene que en el concepto de hegemonía no hay implícito una supuesta falsa conciencia, como si hubiese una verdad dada y trascendental la cual debe ser debelada, sino lo que se llamaría una guerra de posición. Acá, aclara, que no se trata de militarizar la teoría, sino más bien de desmilitarizar la guerra. Una guerra permanente en el campo de la cultura, la política, etc., por movilizar el eje de la reproducción social, desde la reproducción del capital, hacia la reproducción de la vida, por ejemplo. 
Finalmente el campo de lucha es la historia en sí misma, Laclau le llama el "historisismo total". La base de toda conformación es la historia, todos los campos del desarrollo, la economía, la ciencia, la cultura, la política o el urbanismo están sometidos en última instancia a la historia particular que las precede. De esta forma, cada sociedad o cultura tiene sus propias particularidades y devenires. No existe una teleología, un mundo ideal particular para toda la humanidad. Solo hay contingencia, dice Laclau, no hay leyes que predeterminen o permitan predecir los acontecimientos sociales. En este sentido la "guerra de posiciones" es pura praxis que pretende generar solidaridades a partir de entre grupos sociales para generar un bloque histórico, cultural y político que se oponga a la cultura dominante, que genere valores opuestos o diferentes, de acuerdo a realidades más concretas como podría ser la relación territorial, la residencia; de mediar una proceso de democratización del desarrollo urbano. 
El trabajo de Pierre Bourdieu y sus colegas en Francia representa una de las perspectivas más importantes para el estudio del modelo reproductivo cultural.
La teoría de Bourdieu de la reproducción cultural comienza con el supuesto de que las sociedades divididas en clases y las configuraciones materiales en que descansan están parcialmente mediatizadas y reproducidas a través de lo que llama “violencia simbólica”. Esto es, el control de clase se constituye a través del sutil ejercicio del poder simbólico sostenido por las clases gobernantes para “imponer una definición del mundo social que es consistente con sus intereses.  La cultura deviene el lazo mediador entre los intereses  de la clase gobernante y la vida cotidiana.  Funciona para retratar los intereses económicos y políticos de las clases dominantes, no como arbitrarios e históricamente contingentes sino como elementos necesarios y naturales del orden social”. Podríamos pensar desde aquí el desarrollo urbano como una fuerza social y política importante en el proceso de reproducción de clases. Apareciendo como un “transmisor” imparcial y neutral de la cultura, la configuración urbana puede promover desigualdad y agudizar la desigualdad.  De acuerdo con Bourdieu, es precisamente la relativa autonomía de un sistema  que “lo capacita para servir a demandas externas bajo el disfraz de independencia y neutralidad, por ejemplo para esconder las funciones sociales que desarrolla y así desarrollarlas con mayor efectividad”
Partiendo desde este  punto de vista podríamos afirmar que  espacio urbano no es simple reflejo de las relaciones sociales, sino parte constituyente de ellas. Es el lugar donde esas relaciones se concretan, no solo donde se reflejan.
En los escritos más recientes de Bourdieu, él examina la relación entre acción y
Estructura (estructuración)  a través de las formas de acción histórica que traen dos historias juntas. La primera es el habitar, o historia objetivada, la historia que ha acumulado el pasaje del tiempo en las cosas, máquinas, los edificios, monumentos, plazas, colegios, hospitales, la estructura final de la ciudad en general. 
La segunda se refiere a la “historia corporizada del hábito y apunta a un conjunto de competencias y necesidades estructuradas internalizadas, un estilo internalizado de conocimiento y relación con el mundo que está asentado en el cuerpo mismo. El hábito, entonces, deviene una “matriz de percepciones, apreciaciones y acciones “un sistema de esquemas de percepción, pensamiento y acción adquiridos durablemente engendrado por condiciones objetivas pero tendiente a persistir aún después de una alteración de aquellas condiciones”. El hábito es un producto de la socialización y la historia corporizada, y difiere entre los variados grupos subordinantes y dominados dentro de la sociedad. Como principios inscritos profundamente dentro de las necesidades y disposiciones del cuerpo, el hábito deviene en una fuerza  en la organización de la experiencia individual y es la categoría central para situar el agenciamiento humano dentro de la actividad práctica.
Polarización. 
Las fragmentaciones social y territorial no son una simple consecuencia de las desigualdades socioeconómicas, sino que son resultado de la diferenciación social en el espacio, y constituyen procesos que se retroalimentan. En esta medida, surgen diversas formas de segregación, como manifestaciones de la distribución de las clases sociales en el territorio.

Pero la validez misma de la clasificación amenaza con incitara percibir las clases teóricas, agrupaciones ficticias que sólo existen en la hoja de papel, por decisión intelectual del investigador, como clases reales, grupos reales, constituidos como tales en la realidad. Una amenaza tanto mayor cuanto que la investigación pone de manifiesto que las divisiones trazadas en La distinción corresponden efectivamente a unas diferencias reales en los ámbitos más diversos, incluso más inesperados, de la práctica. Así, tomando el ejemplo de una propiedad curiosa, la distribución de los propietarios de perros y de gatos se organiza según el modelo, pues el amor por los primeros resulta más probable entre los empresarios del comercio (a la derecha en el esquema) mientras que el afecto por los segundos resulta más frecuente entre los intelectuales (a la izquierda en el esquema).
El modelo define pues unas distancias que son predictivas de encuentros, afinidades, simpatías o incluso deseos: en concreto eso significa que las personas que se sitúan en la parte alta del espacio tienen pocas posibilidades de casarse con personas que se han situado en la parte de abajo, en primer lugar porque tienen pocas posibilidades de encontrarse físicamente (salvo en lo que se llama los «sitios de mala nota», es decir a costa de una transgresión de los límites sociales que vienen a multiplicar las distancias espaciales); después, porque si se encuentran de paso, ocasionalmente y como por accidente, no se «entenderán», no se comprenderán de verdad y no se gustarán mutuamente. A la inversa, la proximidad en el espacio social predispone al acercamiento: las personas inscritas en un sector restringido del espacio estarán a la vez más próximas (por sus propiedades y sus disposiciones, sus gustos y aficiones.) y más inclinadas al acercamiento; también resultará más fácil acercarlas, movilizarlas. Pero ello no significa que constituyan una clase en el sentido de Marx, es decir un grupo movilizado en pos de unos objetivos comunes y en particular contra otra clase.